jueves, 29 de noviembre de 2012

“LA PACIENCIA”



“LA PACIENCIA” 


Trato el tema de la Paciencia porque ... soy impaciente. Lo reconozco: mi Paciencia ha disminuido con el paso de los años. Una vez y otra caigo en el deseo del “YA”. Me cuesta esperar, en especial cuando se trata de temas que afectan a la comunidad.
Lo único que me ayuda a superar la impaciencia es la perseverancia.
La vida es una sucesión de pruebas. Unas parecen grandes. Otras tienen menor relieve. Todas son una oportunidad de crecimiento, con la ayuda de Padre Dios.
Algunas pruebas reclaman muchos esfuerzos continuados en el tiempo, … casi siempre porque la naturaleza humana es limitada.
Pero para todas es necesaria la paciencia: para perseverar y para estar alegres por encima de cualquier circunstancia. Aquí es donde comprobamos la necesidad de la oración.
Rezar para alcanzar la fe de que en todas las situaciones, la victoria estará de nuestra parte.
San Agustín decía que la paciencia, es “la virtud por la que soportamos con ánimo sereno los males”. Y añadía: “no sea que por perder la serenidad del alma abandonemos bienes que nos han de llevar a conseguir otros mayores”.
Es la virtud que nos permite soportar, con buen ánimo, los sufrimientos físicos y morales de la vida.
Debemos aprender a ejercerla en lo ordinario: defectos que no se acaban de vencer, aceptar que las cosas no salgan como nosotros queríamos, imprevistos, el tráfico, olvidos… Si lo pensamos bien, las contradicciones son ocasiones para afirmar la humildad, para hacer más fina la caridad.
La paciencia no es pasividad, todo lo contrario: forma parte de la virtud de la fortaleza. Aceptar con serenidad el dolor y las pruebas de la vida fortalecen el ánimo, nos da la seguridad de recibir, más pronto o más tarde, bienes mayores.
Tengo que ejercitar la virtud de la paciencia, para no desalentarme ante mis fracasos o ante mis defectos.
Mantener el combate, pero con paciencia.
San Francisco de Sales afirmaba que es necesario tener paciencia con todo el mundo, pero, en primer lugar con uno mismo.
Paciencia con los demás aceptando sus defectos – quizá muchas veces están luchando por superarlos -, la mala educación (que tanto me cuesta aceptar) …
Aquí necesito fortalecer la caridad, para que me ayude a ser paciente, sin dejar de corregir cuando sea el momento más indicado y oportuno. Corregir con amor.
Paciencia con aquellos acontecimientos inesperados: la enfermedad, el excesivo tráfico, el comportamiento de un pasota o individualista, el olvido de algo…
Los cristianos debemos aprender a santificar todas las menudas incidencias cotidianas con al paciencia de la fe.
Caritas patiens est, la caridad es paciente, la caridad está llena de paciencia. No es fácil, pero es alcanzable. Es lo que creo e intento llevar a la práctica.
Tener la paciencia del sembrador, con la confianza puesta en que la semilla dará el fruto deseado.
Aprendamos del Señor, incansable en su predicación y dedicación a las gentes.
La paciencia y la constancia son imprescindibles para conseguir un buen fin.
El mío es el de la participación honesta de la mayoría, que imponga su comportamiento y anule el poder económico perverso.
Buscaré y me apoyaré en que la paciencia va de la mano de la humildad, para respetar y esperar el tiempo necesario para la realización del bien deseado y no conseguido.
Paciencia, como cristiano, ante la indiferencia de las necesidades de la comunidad, en especial ante los comportamientos despreocupados o individualistas.
Esperar y confiar en que hay hombres que guardan unas ansias incontenibles de bien, e intentar desenterrarlas. Tengo amigos que resplandecen con esta virtud.
Intentar acomodarnos, como el labrador, a los ritmos de los tiempos, sin conformarnos con el mal.
Aprendamos del Maestro aquella parábola del amo que salió a distintas horas del día a contratar obreros a su viña.
Fomentemos la caridad que a todo se acomoda.
Seamos pacientes, tratando de salvar y nos salvaremos, en especial en estos momentos tan necesarios de la participación honesta y decidida por la libertad, para conseguir aquello a lo que todos tenemos derecho: la felicidad, tan amenazada cuando podemos vencer al mal.

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