viernes, 2 de noviembre de 2012

“LA SEGURIDAD PERSONAL”

Dedicado a toda persona honesta que es o ha sido acosada por otra deshonesta.

 “LA SEGURIDAD PERSONAL”                       

Después de Dios, la libertad, y con ella, -de forma inseparable-, la seguridad y el respeto a las personas.
Cualquier hecho que atente a la libertad y a la seguridad tiene que ser castigado severamente. El atacado tiene que recuperar, cuanto antes, su libertad de convivir en paz. Sentirse seguro y recibir reparación. El atacante debe cesar en su acción y responder por el mal causado.
En ningún caso, ninguna persona tiene que llegar a modificar su rutina, o a cambiar su puesto trabajo, porque sufre amenazas, o -no quiero ni pensarlo- porque es objeto de agresiones físicas.
La violencia, física o moral, quita la razón a quien pudiera tenerla.
Las diferencias entre personas educadas y libres se resuelven dialogando o acudiendo a un tercero, que resuelve el caso como el juez, o incluso como un buen componedor. Nunca nadie está legitimado al recurso a ninguna clase de violencia.
Todo los seres humanos tenemos un valor incalculable, único e irrepetible. Esto origina un derecho de respeto y de protección irrenunciable. Un derecho que nunca puede ser conculcado y que no decae nunca.
Quien recurre a la violencia tiene que ser apartado, inmediatamente, de la comunidad, de la sociedad. No puede convivir con los demás.
Y si las leyes no nos protegen, hay que cambiarlas.
La libertad tiene que ser protegida en su totalidad y en todo momento.
No se puede permitir que una persona honesta, en especial si se trata de un profesional de la educación, de la sanidad, de la policía etc., no pueda vivir tranquila por las amenazas de otra, por muchas razones que pueda tener. El ejercicio de la violencia la desautoriza; su pretensión se hace ilegítima.
Ninguna razón, ningún argumento permite coartar la libertad y la libre convivencia.
Cicerón echó en cara a Catilina sus insidias: “Quousque tandem, abutere, Catilina, patientia nostra? Me apropio de sus palabras: ¿Hasta cuándo gobiernos, poderes fácticos ... abusarán de nuestra paciencia? ¿Hasta cuándo tendremos que aguantar al maleducado, al pasota, al individualista, a todo aquel o aquella que no respeta la libertad y la seguridad de los demás?
La convivencia en paz y con respeto es un derecho irrenunciable que todos tenemos que apoyar y que todos podemos exigir. Y los jueces deben atender estas reclamaciones.
Si no sucede así, al menos deberíamos preguntarnos: ¿Qué estoy dejando de hacer? ¿Qué debo hacer? Porque el reproche de Cicerón, "Quousque tándem …", no era la queja estéril de un victimista. 

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