“A VUELTAS CON LA VIOLENCIA”
La agresividad se está convirtiendo en un tema de rabiosa actualidad, con la enorme incidencia de la gravedad de su existencia, de su elevada frecuencia y de sus tremendas consecuencias.
La cultura recibida desde niños,
aceptada y practicada, es el antídoto para la violencia.
La violencia es una consecuencia.
Es la consecuencia de la mala educación en donde se desarrollan los
extremismos, radicalismos, fanatismos…
Las consecuencias violentas del mal
ejercicio del poder son tan drásticas y efectivas que matan, quitan la vida,
hasta con premeditación y alevosía.
La vida es sagrada. Nadie, pero
nadie, tiene el menor derecho a quitar la vida.
En la pena capital, sólo con que
una vez se haya quitado una vida por error, ya es suficiente razón para no
volver a quitarla.
Hay también en estos momentos la llamada
“violencia de género”.
En mi juventud el hombre que
maltrataba a una mujer era considerado cobarde, era uno de los mayores insultos
y causa de rechazo social que existía.
En mis primeros 50 años sólo
existió un crimen. ¿Cuántos hoy?
No pretendo lamentarme, porque no creo
que sea solución. Sólo trato de ser objetivo, buscar soluciones y proponerlas.
Mi solución es la educación.
Los padres que salen de sus casas a
las 8 a.m. y regresan a la 6 p.m. no pueden educar a sus hijos. La sociedad
tiene que buscar una solución a este gravísimo problema.
Si esos hijos de padres ausentes siguen
siendo buenos es de milagro, es la gran demostración del fondo de bondad innata
que hay en el ser humano.
“¡La violencia es una consecuencia!”
“¡Los fanatismos son una
consecuencia de los radicalismos!”
Sin educación es normal la
violencia, los fanatismos y todos aquellos males que se derivan de la falta de
educación.
Si no hay educación la violencia es
una consecuencia inmediata. Cuidemos la educación, que sea el centro del
esfuerzo de la sociedad.
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