miércoles, 9 de diciembre de 2020

“LA CORONA Y EL TRONO”

 



 “LA CORONA Y EL TRONO”

LA ESCRIBÍ EN 2013.

La corona, ese objeto de metal precioso que ciñe la cabeza de un monarca, representa varias cosas. Quien la lleva, la expone, y queda obligado a comportarse de acuerdo a lo que ese símbolo representa.

Obliga a  amar al pueblo con plena dedicación.

Expresa una forma de régimen político: el reinado o monarquía. Quien la representa es Reina o Rey.

Se expone en el trono: el lugar donde se sienta la máxima representación humana de la autoridad y de la libertad. Es un signo de la autoridad y de la libertad.

El TRONO, en mayúscula, pertenece a Cristo, "Rey de vivos y de muertos".

Es un trono de gracia y de misericordia en grado infinito. Al igual lo es la Virgen María. La Santísima Virgen María es, como expresa de manera profunda la conocida jaculatoria, el trono de la gracia.

El trono y la corona han sido usados por los reyes como signo de autoridad.

“¡Servir es reinar!” Lo mismo en el aspecto humano como en el divino. Servir a Padre Dios y servir a los hombres.

La monarquía política es una institución señera, que ha perdurado a lo largo de los tiempos. No ha estado ni está libre de errores. También ha tenido aciertos. Quienes la dirigen son seres humanos. Pero los errores tienen un límite.

Hasta donde sé, las épocas de mayores errores han sido aquellas en las que la corrupción y el absolutismo eran moneda de uso corriente, en todos los órdenes y vivencias humanas: pueblo y rey.

No pretendo aceptar lo que se ha hecho mal, al contrario, intento destacarlo para no volver a cometerlo.

“¡La vivencia de los regímenes políticos es una necesidad personal, social y nacional!”

Se sigue necesitando, y de manera perentoria, una mayoría honesta y participativa que imponga su proceder. Imponga su participación honesta y sus valores éticos o religiosos.

Los ciudadanos necesitamos ser santos y difundir la santidad. Cuando hemos fallado, ha fallado la convivencia, la felicidad y la libertad.

Hay que exterminar la corrupción, al corrupto y al malvado. Y sólo conozco una vía: la honesta participación de la mayoría.

El grado e intensidad de la corrupción son directamente proporcionales al número de pasotas, egoístas, individualistas y maleducados.

“¡La libertad y la santidad tienen que ser atributos vividos y demostrados por los monarcas y por sus pueblos!” Con este comportamiento se es poseedor de la auténtica, de la verdadera autoridad, ejercida por el bien y para el bien.

Anatema a quien haga lo contrario. Bendiciones al honesto.

Así lo creo, así lo digo, y así lo exijo.

La más enérgica condena al mal en esa institución y en el pueblo.

A la corona y al trono que impulsen la honesta participación y la autoridad, a ellos, - a ella o él-, se le deben todo respeto, consideración y amor.

“¡Larga vida al rey honesto, al pueblo honesto y participativo, por estar ambos llenos de alegría y libertad, y sobre todo, recalco, por su honestidad!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Necesito y agredezco todos los comentarios que me puedan hacer, complementarán y enriquecerán este blog. La solución es la participación. Gracias.

Por favor, si desea contactar conmigo de forma privada:

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *