“¡¡¡LA JUSTICIA, LA MISERICORDIA Y LA FIDELIDAD!!!”
Son deberes esenciales que todos debemos cumplir.
La hipocresía es una forma de faltar a esos deberes.
La virtud de la justicia se fundamenta en la intocable dignidad de
la persona humana, que, para los creyentes, es: creada a imagen y semejanza de
Padre Dios, y destinada a una felicidad eterna.
Los humanos nos merecemos un respeto total, con un ordenamiento
justo de leyes civiles. Los católicos nos debemos unir a aquellas leyes que
defiendan el derecho a la vida, entre otros.
A diario se nos presentan ocasiones para ser justos. Y por eso
debemos emitir, cuando no queda otro remedio, juicios sobre otros, cuidando
exquisitamente, de las palabras por el daño que se puede causar, desprestigiando
o acusando de algo falso, en ese caso sería calumnia.
Todos tenemos que ser justos de palabra, de obra y de pensamiento,
con todos.
Vivir la justicia es ir más allá del mero hecho de no causar daño,
es traducirlo en oraciones y obras por los creyentes, y los no creyentes en
obras y ofrecimientos con obras, como puede ser hacerle pasar un buen rato, un
rato feliz.
Con esos comportamientos remediamos males, eliminando injustas
situaciones, y creamos el ambiente necesario y exigente para que llegue la
justicia a todos.
Cada persona debe plantearse cómo vive la justicia en sus
circunstancias normales: en la familia,
en el trabajo, con los amigos, en las distintas asociaciones. En general ¿Cómo
vivo personalmente la justicia con cada uno individualmente, y cómo me esfuerzo
para que se viva la justicia en la comunidad?
La justicia no debe limitarse a serlo en el aspecto económico de
sueldo justos; es más, debe actuar en
todos aspectos de un ser humano, respeto a la vida y sus circunstancias, tales
como el trabajo, la familia, etc.
También acerca del respeto al ambiente de la vida social, a la
felicidad, a la verdad, a la laboriosidad, en especial a la honestidad.
La calumnia, la maledicencia, y la murmuración son injusticias.
El Apóstol Santiago dijo de la lengua que es “un mundo entero de maldad” .
Todos tenemos la obligación de defender la justicia, exigirla y practicarla. Comenzando por los
más cercanos y luego los lejanos.
Somos justos cuando damos a cada uno lo suyo.
El orden económico no debe concebirse como un orden independiente y
soberano, sino sometido a los principios superiores de la justicia social y
particular, corrigiendo los defectos y deficiencias de la vida económica,
teniendo muy en cuenta la dignidad de la persona.
La justicia social exige, también, considerar al trabajador, no como una mercancía, sino un ser cargado de
valores trascendentales.
Tanto el trabajador, como el
empresario, han de ser justos, y por la honestidad, ir más allá de la norma.
Un gran aspecto de la justicia es crear y dar trabajo a toda
persona honesta, que desea trabajar. El paro es una lacra personal, familiar y
social, que hay que desterrar.
El que trabaje cumple con la justicia, cuando hace su labor con el
mayor esmero y competitividad.
El empresario cumpla con la justicia, haciendo su labor con
justicia distributiva con el mayor esmero, y procurando que cada uno ocupe el
puesto que le corresponde por su capacidad y competencia, lo que hará que el
resultado sea bueno y se mejore la competitividad.
Los estudiantes han de estudiar, para no faltar a la justicia pues
la sociedad prima su situación mediante ayuda en los presupuestos y las becas
para que lleguen a ser buenos y honestos profesionales. Y así todo ser humano
debe trabajar con esfuerzo para no faltar a la justicia.
Con frecuencia deberíamos examinarnos para vivir, ante Dios y ante
los hombres; para ver como cumplimos los
deberes hacia los demás y hacia nosotros mismos.
Viviendo los deberes de la justicia, viviremos la misericordia y la
fidelidad en todos los actos, pactos y promesas, y la consecuencia será una
vida personal, familiar y social honesta, feliz, y podremos los medios para
hacer un mundo en el que se viva más felizmente, por nuestro justo proceder.
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