“¡¡¡LA OBEDIENCIA!!!”
Dice
San Agustín de Jesús-Niño: “Cristo Dios, a quien el universo está sujeto,
estaba sujeto a los suyos”.
La obediencia a los padres es una virtud que enriquece
a los hijos, y a los padres.
“¡La obediencia debe ser sencilla, con prontitud y con
naturalidad!”
Respecto a la obediencia, el Concilio Vaticano II
dijo: “lejos de menoscabar la dignidad humana, la lleva, por la más amplia
libertad de los hijos de Dios, a la madurez”.
El obedecer con humildad no sólo nos hace felices,
sino grandes. “¡Y si encima obedecemos con prontitud y naturalidad, la
obediencia nos eleva al camino de la santidad!”
“¡Ser dóciles a la obediencia es una manifestación de
educación, ciencia y experiencia!”
La sagrada obediencia, con la renuncia a nuestro yo,
nos puede llevar a la cruz, que redime y convierte en virtud la obediencia.
Obedecer por amor es el sentido que tiene la
obediencia en el creyente; en especial al Primer Mandamiento: amar a Padre Dios
sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos. Obedecer por amor
nos libera de las taras diarias, enaltece los actos y nos mejora con
perfección.
Obedecer a la honesta autoridad es señal de educación
en valores, de respeto, y de acatamiento a la autoridad.
Obedecer a la honesta autoridad es signo de un pueblo
participativo, honesto, de educación en valores, de respeto y acatamiento a la
verdad.
La honesta obediencia no es sumisión, sino sujeción y
entrega.
La honesta obediencia no es falta de libertad ni de
madurez, todo lo contario, es signo evidente de cultura, valores y de caminar
hacia la plena felicidad y la plena libertad.
El individualismo, el pasotismo y todo lo que sea
egoísmo, que tantas veces conduce a un comportamiento desobediente, amenaza la
libertad y la felicidad.
“¡La educación y la honestidad, que fortalecen la
personalidad, hacen que obedezcamos con humildad!”
La honesta obediencia debe ser entrega y sacrificio,
garante de la paz, y lleva a un comportamiento que engrandece el alma y el
espíritu.
“¡Con la obediencia, a través del servicio a Padre
Dios y a los hombres, y del respeto al ser humano para el no creyente, se llega
a la verdadera felicidad y libertad!”
La honesta obediencia al honesto orden, si es vivida
con prontitud, alegría y con verdad, engrandece y embellece la convivencia
humana.
La honesta obediencia nos debe hacer felices y libres;
sentirnos con amor y plenitud interior.
“¡La honesta obediencia es feliz vivencia!”
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