“¡LOS ENERGÚMENOS!”
Cuando alguien se comportaba con
una enorme falta de educación y con grosería inclusive, oía titularlo: es un
energúmeno.
¿Abundan los energúmenos en el
momento actual? ¿Los hay de todo tipo y color, ser y actuar? Los hay, sin lugar
a dudas. ¿Y qué cantidad hay?
Es asombroso comprobar que hay
energúmenos en todos los estamentos sociales, comerciales, políticos,
empresariales, hasta en personas que aluden a la religión como razón de sus
actos.
¿Es verdad que no hay actividad
humana en la que no haya algún energúmeno?
Estamos en una triste y preocupante
decadencia por una descomposición personal y social por fatal de educación y
respeto. Sí, con mucha preparación intelectual quizás, pero que genera un
energúmeno ilustrado que, al no ser cultos por educación, arroya sin
contemplaciones y sin miramientos, tanto a diestra como a siniestra,
repartiendo el mal de forma aplastante.
Con el añadido que a mayor
información, mayor poder de influir, mayor poder de dañar.
El energúmeno es una persona que se
hace, no nace. Si no se le corrige o se da cuenta y se enmienda, cada vez eleva
su tono y sonido, pudiendo llegar a quienes no debe llegar al tratar de influir
en niños y jóvenes.
La sociedad –a la que pertenecemos
todos, sin excepción– tiene la ineludible obligación de tratar de hacerle ver
al energúmeno cómo es, cómo se comporta y cómo debería comportarse. Por
supuesto, con el mayor cariño y con la mayor educación para no herir ni generar
el efecto contrario: de rechazo y ofensa.
Ofender como un energúmeno es un
mal que supera al bumerán: regresa donde partió, ¡pero a mayor velocidad!
¡Qué triste realidad! ¿Por qué hay
energúmenos?
¿Qué debemos hace? Amar, y mucho,
para ayudar.
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