jueves, 25 de noviembre de 2021

“EL DESCRÉDITO EN LA VIDA PÚBLICA”

 

“EL DESCRÉDITO EN LA VIDA PÚBLICA”

Servir a los demás con honestidad es uno de los hechos de mayor trascendencia personal y social, porque es repartir felicidad. Si, además, se hace libremente y sin pedir nada a cambio, es santidad.

El descrédito en la vida pública, por causa de las personas públicas, debe provocar su repudio y apartamiento del honor y alegría de servir a los demás.

El descrédito personal es la condena del grave pecado de ofender a la sociedad por la maldad de la deshonestidad, por el uso de la corrupción como medio de vida, y de robar algo tan sangrado como es el bien de los demás.

Aprovecharse del cargo en beneficio deshonesto personal es un pecado de lesa humanidad.

Quien desacredita la vida pública debería estar marcado con señales de fuego, imborrables, salvo que pida perdón y enmiende los errores o pecados.

¡¡¡La vida del servidor público debe ser, y ha sido, un escaparate de honestidad y servicio a los demás!!!

El descrédito y la deshonestidad en la vida personal y pública es un pecado que se puede dejar en herencia a lo largo de varias generaciones: personas que aprenden de sus mayores a repartir el mal con prodigalidad, y que lo multiplican hasta alcanzar cotas inimaginables y con efectos devastadores.

El mal que hacemos de manera consciente y por un beneficio pecuniario es destructor en grado superlativo, en especial cuando se enquista y se hace hereditario.

El descrédito en la vida pública es un daño que puede llegar a ser irreparable, si el dañado muere sin haber recibo la compensación por el daño que le han causado.

El descrédito de la vida pública es un pecado de lesa humanidad, que difunde el mal más allá de lo que se puede imaginar.

Alabados sean los que pecando se corrigen, piden perdón, enmiendan el daño causado y añaden la penitencia debida.

Alabados y benditos sean los que se arrepienten: de ellos es la gloria terrenal y luego la feliz eternidad.


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