“¡AMAR A PADRE DIOS SOMBRE TODAS LAS COSAS Y A USTED COMO A MÍ MISMO!”
Amar a Padre Dios sobre todas las cosas y al prójimo o a usted
como a mí mismo es el fundamento de la vida y de los actos de quienes somos
creyentes.
Ser creyente con honestidad implica que hay que amar
apasionadamente a Padre Dios y a usted. Lo contrario es una deslealtad, falta
de honestidad y sinceridad y entrar en el grupo de lo deshonestos que van por
el camino del mal.
La vida tiene valor trascendental cuando actuamos y vivimos con
honestidad las creencias y las convertimos en vivencias de fidelidad.
Amar es la gloria terrenal.
Amar debe ser el camino a la gloria eterna en la contemplación de
Padre Dios por haber sido consecuente amando a Padre Dios y amarle a usted como
a mí mismo con sinceridad y honestidad.
Vivir de espaldas, con conocimiento y aceptación, a la realidad,
es caminar certero a recibir el golpe del mal.
Amar a Padre Dios y al prójimo como a uno mismo es caminar por el
sendero luminoso que conduce a la santidad y a la eternidad.
La vida es invalorable por las oportunidades que tenemos de ser
honestos y participativos repartiendo el bien, eliminando el mal, y siendo
consecuentes en ayudar a los demás.
Amar a Padre Dios y al prójimo es vivir el deber de ser lo que
debemos ser: honestos, participativos y habitatistas, viviendo el habitatismo
como algo necesario y vital para la felicidad.
Amar a Padre Dios y al prójimo es llenar la vida de contenido de
valor inigualable y eterno e ir camino del cielo.
La santidad es amar a Padre Dios sobre todas las cosas y al
prójimo como a uno mismo.
Amar a Padre Dios y al prójimo es un don que hay que pedir y
agradecer a Dios.
Amar a Padre Dios y al prójimo debe ser el comportamiento normal.
Amar a Padre Dios y al prójimo es el bien para la feliz eternidad.
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