“ESPERAR Y PREPARARME PARA LA MUERTE” ¿QUÉ ES LA MUERTE Y MORIR?
La muerte es un hecho natural, que afecta a todos, creyentes no.
Como creyente, quiero preparar mi muerte, y lo primero que tengo
que hacer es rezar. Rezar el Padre Nuestro y mi oración personal: Padre Dios
dame fe, humildad, sabiduría y santidad para poder ayudar.
En segundo lugar, tengo que pedir perdón y misericordia por todos
los errores y pecados que he cometido.
Cuando llegue la muerte, que la espero con los brazos abiertos,
pido también a Padre Dios que me acepte, por su misericordia, en Su eterna
contemplación, que eso es para mí el cielo.
Quisiera tener a mi lado a mis hijos y nietos, y a quien quiera,
en ese trascendental momento de la muerte.
Quisiera ponerme en las manos de la Santísima Trinidad, de la
Santísima Virgen y de la corte celestial para saber aceptar y vivir la muerte
como creyente.
Quisiera poder despedirme de toda mi familia, de mis amigos y del
mundo entero con un “hasta pronto”.
Ya les he encargado a mis hijos que la caja mortuoria (porque
ruego no me incineren y me entierren en el cementerio del pueblo de San Lorenzo
y en el nicho junto a mi querida esposa) sea lo más estrecha y sencilla
posible, porque no me voy a llevar nada material.
Ruego me digan las Misas Gregorianas, y que siempre que se
acuerden de mi me recen un Padre Nuestro.
Confío en que la misericordia infinita de Padre Dios me admita en
su cielo.
Y en donde me destine Padre Dios estaré rezando por ustedes.
Quisiera que me recordasen como una persona que quiso ser
consecuente con el primer Mandamiento: amar a Padre Dios y al prójimo como a mí
mismo.
Espero y les deseo que tengan una muerte tan aceptada y esperada.
A mí me ayudan mis creencias en la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu
santo, en la Virgen Santísimo y en la corte celestial.
Esperar y prepararme para la muerte es algo que trato de hacer con
la mayor naturalidad y esperanza.
Morir es el final del camino terrenal.
Morir es dejar de vivir para vivir eternamente.
Morir es alcanzar la felicidad eterna en la contemplación de Padre
Dios.
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