“¡A QUIENES PADECEN UNA ENFERMEDAD!
Padecer una enfermedad es algo que debemos llevar con fe y esperanza.
Padecer una enfermedad es la forma de crecer en virtudes materiales y
espirituales.
No sacarle rendimiento a una
enfermedad es perder el tiempo, que no regresa jamás.
Sentirse desgraciado,
lamentarse, quejarse solo agrava la enfermedad, porque cuando uno está enfermo
físicamente, la psiquis también se resiente.
No soy psicólogo, ni nada por
el estilo. Solo tengo 91 años, y, gracias a Dios, he vivido todo este tiempo
con intensidad.
Siempre he sido un jiribilla.
No sé estar parado, salvo cuando el cansancio, o una grave enfermedad, pueden
conmigo.
Quienes padecen una
enfermedad que les permita actuar, con facilidad o dificultad, y se dedican a
no hacer nada, a lamentarse, a quejarse… no solo no resuelven nada, sino que
descuidan gravemente la salud de su alma.
El alma necesita actividad
mental y amor por encima de todo.
Un alma aburrida es
consecuencia de haber parado o ralentizado la actividad mental, física, y
religiosa.
Si tiene el alma aburrida,
dele caña hasta ponerla en marcha, y todo volverá a ser como debía ser.
Parar el alma, es parar la
vida física, moral e intelectual, y de ello se aprovecha el mal.
Un alma parada da la
oportunidad al mal de imponer su voluntad.
El mal y el bien existen en
la medida de nuestra actividad, de nuestra fe, y del amor que tengamos y que
repartamos.
Sin actividad física, moral o
intelectual, y si encima hay una enfermedad física, el alma enferma, pudiendo
llegar a la gravedad.
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La vida es muy corta para
perderla en no actuar.
Quién se para, para todo lo
demás.
He tratado de explicar mis
vivencias con el deseo de ayudar.
No tengo otra experiencia
para compartir con usted, sino solo esta: la inactividad, la que sea, origina y
desarrolla el mal como la enfermedad física o mental.
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