“IMPONER LA AUTORIDAD”
Imponer la autoridad no quiere decir exigir de forma radical y
dictatorial el cumplimiento a la fuerza de una norma; es más bien la aplicación
racional, humana y necesaria, de la autoridad, para garantizar una norma
razonable.
La autoridad es un hecho trascendental en la vida familiar,
social y en el trabajo. Sin la autoridad la convivencia se vuelve hasta
peligrosa por el abuso que permite la libertad cuando no hay valores.
“¡La vida con la autoridad se ordena y permite una convivencia
no sólo fácil sino feliz!”
"¡Se supone que la autoridad representa al pueblo y tiene
un comportamiento honesto y leal, por amor a los demás y al bien común!"
No se supone que el pueblo esté representado por un chafalmejas, mentiroso,
ególatra...
Se necesita, de forma imperiosa, la autoridad, y a ella debemos
apelar para que, de acuerdo con unas normas morales o religiosas, y a un
derecho fundado en ellas, se pueda desarrollar bien la vida en sociedad,
dándose, entonces, las circunstancias necesarias para la educación, para la
formación y para la honesta comunicación y participación.
La falta de autoridad genera el caos de una vida sin normas, sin
ordenación.
Ejemplo: sin normas un conductor podría circular por la
izquierda o en dirección contraria. ¡Menudo problema y peligro!
"¡La autoridad es el medio para cumplir la norma!"
Es bueno educar a los hijos para que aprendan, desde niños, a
vivir con normas morales, éticas o religiosas, y para que acaten la autoridad.
Es fácil hablar de este tema, pero es difícil vivirlo si no se
ha aprendido de pequeño.
"¡Lógicamente, lo que no se conoce no se puede
practicar!"
"¡Tan malo es la falta de autoridad –el caos, la anarquía- como el abuso de ella -el
totalitarismo!"
Por supuesto, igualmente tenemos que exigirles a los que
detentan la autoridad la ejerzan con honestidad y respeto a los demás, con
valores.
"¡¡¡La vida es, y debe ser, una sucesión de hechos basados
en valores!!!"
"¡Desde que se nace hasta que se muere, se vive una
ininterrumpida sucesión de hechos que conducen a la felicidad, o a la
infelicidad, a la libertad o el libertinaje, de acuerdo al valor con que
han sido hechos y vividos!"
Todos sabemos que no basta con ser bueno, tenemos que
demostrarlo, y una forma de tener esa bondad es vivir con normas y con
autoridad, ejerciéndola y acatándola.
Creo que la justicia humana, y seguro que también la divina, nos
juzgará por la voluntad con que hemos hecho los actos. Por eso es tan
maravilloso oír decir ¡Es una señora, es un señor, de buena voluntad!
"¡Quién no desearía ser juzgado como una persona de buena
voluntad!"
Que respetó, acató, y exigió a la honesta autoridad.
Gracias por la paciencia y cariño en oírme, e igualmente les
agradezco sus intervenciones, porque siempre nos ayudará a todos oír la
opiniones de los demás, y así nos enriquecemos.
Y queriendo acatar las normas y a la autoridad, les pido su
permiso para comenzar un diálogo acerca de la autoridad y de su imposición.
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