“¡QUÉ SOLOS! PERO ¡QUÉ SOLOS SE QUEDAN LOS VIEJOS!”
“¡Qué solos!” Pero “¡Qué
solos se quedan los viejos!”
Uno de los indicadores del
subdesarrollo moral, espiritual y material es el abandono y despreocupación de
las personas mayores, de los que somos viejos, en especial, de los que
necesitan y dependen de los demás. No digamos cuando se aproxima la muerte,
momento en el que la despreocupación y el abandono pueden llegar a ser un
crimen.
He vivido de cerca el drama
de una persona abandonada por su familia, a quien sus “seres queridos” dejaron
en manos extrañas para que lo atendieran esperando a la muerte, solo, para no
molestar a quienes había dedicado su vida con todo el amor, trabajo e ilusión
imaginables.
“¡Dime lo que haces y te
diré lo que te harán!”
Es un axioma y una realidad
incuestionable.
“¡El que a los suyos
abandona, recibirá lo que ha dado: el abandono!”
“¡Nadie es tan ignorante
para creer que lo que hacemos no tiene repercusión en nuestro entorno y en
nuestra propia persona!”
La vida es un bumerán
constante. Todo regresa a donde partió y de acuerdo a la velocidad con lo que
fue lanzado. Cuanto mayor fue el impulso, antes nos llegará, y con más
intensidad.
“¡¡¡Somos y seguiremos
siendo seres sociales, que nos necesitamos los unos a los otros!!!”
“¡Nadie, pero nadie, es
suficientemente independiente para no necesitar de los demás!”
La vida es la maravilla que
tenemos que aprovechar para vivir lo mejor y más feliz y libre que podamos y
seamos capaces. No existe otra forma mejor que compartir, honestamente, la
felicidad en la libertad.
“¡¡¡Uno de los mayores
honores, alegrías y satisfacciones que tiene la vida es compartir la honestidad
y en libertad!!!”
“¡La honesta participación
es la solución necesaria para tener felicidad en la libertad!”
“¡Qué solos!” Pero “¡Qué
solos se quedan los viejos!”
“¡Qué solos!” Pero ¡Qué
solos se quedarán los vivos que actúan como seres deshonestos, abandonando a
quien debían acompañar y proteger, dejándolos en la más absoluta soledad
familiar!
“¡Qué solos!” Pero ¡Qué
solos se quedarán aquellos que abandonan a los suyos para no tener que
atenderlos cuando más necesitamos a los nuestros, a nuestros amigos y, en
especial, a nuestra familia, volviéndose en unos enemigos acérrimos,
despiadados, sin compasión y sin amor.
“¡¡¡Lo que hagamos, eso
harán con nosotros!!!” Lógicamente ¿por qué no?
No esperemos otra cosa.
“¡QUÉ SOLOS! PERO ¡QUÉ
SOLOS SE QUEDAN LOS VIEJOS!”
Cuando los más jóvenes
abandonan a sus mayores.
Crean una dinámica que a
los que abandonaron dejaran la huella de haber sido abandonos, y continuará hasta ser ellos también
abandonados.
El abandono es
contagioso porque se aprovecha el mal,
para imponer su voluntad.
Desgraciados los dominados
por el mal, ellos recibirán el abandono con la mayor soledad.
“¡QUÉ SOLOS! PERO ¡QUÉ SOLOS SE QUEDAN LOS VIEJOS!” Cuando los
abandonan los jóvenes, y a ellos se le aplicará la misma medida, del abandono
en la necesidad, y morirán solos. Desgraciadamente.
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