“LA MISERICORDIA. VIRTUD AL DÍA”
“¡¡¡Ser misericordioso en el
ámbito social y familiar es urgente!”
“¡¡¡Dichoso los
misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia!!!”
La compasión hacia la
miseria ajena nos debe mover a tratar de remediarla.
Los no creyentes tienen las
mismas obligaciones que los creyentes, esto es, tener y aplicar la
misericordia, con la única diferencia de que unos creemos en Dios y otros no.
El ateísmo me produce
aislamiento, y una terrible soledad. ¿Es lo que sienten los ateos?
Los creyentes encontramos en
la Sagrada Escritura el mandato de Padre Dios, que es la Misericordia, de
tener, nosotros también, sentimientos de misericordia.
El Señor nos promete que
seremos dichosos si tenemos un corazón misericordioso para con los demás, y que
alcanzaremos misericordia de parte de Él.
El campo para la
misericordia hoy es enorme, si tratamos –que es una obligación – de remediar el
mal ajeno.
No sólo podemos padecer
miseria física, también intelectual y moral… Por eso las obras de misericordia
son numerosas -tanto las materiales como las espirituales- y necesarias para
una sociedad sana y feliz.
Como es lógico, debemos ser
compasivos con los más cercanos y con quienes tienen más necesidades.
Los hambrientos, los
enfermos y los que están solos, tanto de lo físico como de lo espiritual, son
los más necesitados, a quienes debemos ayudar y acompañar en primer lugar.
En una sociedad que se ha
deshumanizado, materializado e individualizado, en especial por los frecuentes
ataques a la familia y a la vida, hay cada vez mayor número de enfermos y
ancianos abandonados, que no tienen el consuelo y el cariño de la familia o del
amigo, el consuelo que necesitamos, a parte de las necesidades que puedan y
podamos tener.
“Lo que por uno de éstos
hicisteis, por mí lo hiciste”
Todas las obras de misericordia
siguen vigentes. “Corregir al que yerra”, pero con caridad, sin ofender.
“Enseñar al que no sabe”,
hoy, en un mundo globalizado y saturado de información al alcance de todos, hay
una gran ignorancia religiosa, siendo la religión un valor fundamental para una
vida llena y completa de cuerpo y alma.
“Aconsejar al que duda”,
haciéndolo con honradez y rectitud de intención.
“Consolar al afligido”,
animándole para que recupere la alegría y entienda el sentido sobrenatural del
sufrimiento.
“Perdonar al que nos
ofende”, con prontitud (en esto tengo que mejorar), intentando reducir el grado
de la ofensa.
“Socorrer al que necesita
ayuda”, haciéndolo con generosidad, alegría y prontitud.
Y por último: “Rogar a Dios
por los vivos y por los difuntos”, lo que podemos hacer sintiéndonos ligados
por la Comunión de los Santos, en especial con aquellas personas con quienes
estamos más obligados por ser familiares, amigos, vecinos etc.
En definitiva: tener y
practicar la preocupación por los demás por la misericordia, y la recompensa
será el gozo del deber cumplido, y, luego, la eterna felicidad.
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