“¡LA COMPLICIDAD!” “¡EL VOTO!”
La complicidad es la
relación que pueden tener las personas que participan o colaboran en la
comisión de un delito, aunque lo hagan de manera indirecta.
La complicidad es,
además, la relación que se establece entre las personas que han participado en
un acto delictivo.
“¡El voto hace a las
personas copartícipes y cómplices de los errores y pecados que cometan los
elegidos!” Que esto no lo olvide nunca nadie.
La responsabilidad
del voto no acaba en la colación de la papeleta en la urna correspondiente.
“¡La responsabilidad
del voto dura toda la legislatura!”
El voto es una
complicidad, buena o mala, dependiendo del resultado de lo que haya el votado.
“¡La complicidad es
un mal del que se aprovecha la maldad para ejercer su voluntad!”
Hay esclavos de la
complicidad con el mal, por quienes tenemos que rezar.
El poder del mal
puede llegar a ser esclavizador, si no hay fe y devoción a la Divinidad, para
que le ayude a salir del hechizo del mal.
La complicidad puede
ser para el bien como para el mal.
Ser cómplice en un
homenaje, por ejemplo, es tener el honor y la alegría de participar en
reconocer a una persona que se lo ha merecido.
La vida nos ofrece
tantas ocasiones de cometer errores y pecados, como oportunidades para hacer el
bien y no pecar.
Uno de esos errores y
pecados es ser cómplice de un mal, o del mal.
A mayor poder o
autoridad, mayor es el pecado y sus consecuencias. Esto va para quienes tiene
autoridad. Añadiendo que lo mismo sucede con el bien.
Insisto que cuando
los actos han sido hechos por personas con autoridad, o con algún poder, su
complicidad y consecuencias son mayores, porque pueden afectar a un mayor
número de personas.
La complicidad puede
ser un mal que se debe evitar.
La complicidad puede
ser un bien que hay que fomentar.
“¡No olvide su complicidad en el voto, por la
responsabilidad que ha adquirido tanto para el bien como para el mal!”
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