“PREPARARME PARA LA MUERTE”
Tengo ya muchos años.
He vivido una vida lo más intensa que he
podido.
Tengo muchas cosas de las que tengo que pedir
perdón. Lo he pedido y lo sigo pidiendo.
Mis recuerdos son tantos y tan valiosos, que
siguen siendo actuales, lo mismo los buenos que los malos.
Los recuerdos buenos han sido predominantes,
de manera generosa y amplia, confiando en el amor de los demás.
"¡El ser humano es la victoria de la
vida!" Y debe ser la victoria del bien sobre el mal.
¿Cuánto vale la vida de un ser humano? Es invalorable.
Desde hace tiempo pienso en la muerte.
La muerte la siento cerca y me acompaña, y me
ha acompañado, cada segundo de mi vida.
Nunca le he vuelto la cara a la muerte.
Tampoco le he echado el brazo por encima. Lo que sí pido, y rezo a Padre Dios, es
que cuando llegue la muerte la reciba con humildad y verdadero arrepentimiento
de mis errores y pecados, y reciba el perdón de la Santísima Trinidad.
Cuando llegue la muerte pido y rezo para
recibir la Santa Unción y entrar en la presencia de Padre Dios con el alma
limpia de pecado.
Prepararme para la muerte ya es una diaria
preocupación.
Espero y deseo que la muerte me llegue en
gracia de Dios.
La muerte se acerca como una realidad
incuestionable.
Despreocuparse y pensar que la muerte solo
llega con la vejez, es una equivocación garrafal.
La muerte no tiene distingos en si se es joven
o viejo, rico o pobre.... Hay que estar siempre preparado para recibir a la muerte con
naturalidad y con esperanza de alcanzar la felicidad de llegar a la presencia
de Padre Dios.
"¡Espere a la muerte con naturalidad, viviendo
en gracia!"
Es natural prepararse para la muerte.
"¡Padre Dios: tenme presente y acógeme en
Tu Reino!"
Amigos-hermanos recemos por que la muerte sea
el camino para llegar pronto a la presencia de Padre Dios, que eso, para mí, es
el cielo.
Gracias y que Padre Dios les bendiga, y les
ruego me permitan que yo, humanamente, también les bendiga.
"¡Estén siempre preparados para la
muerte!" Y gozarán de la Presencia de la Santísima Trinidad viviendo para
siempre.
Así la muerte no les cogerá de sorpresa.
Y entrarán en la eterna felicidad, en la
presencia de Padre Dios, que es quien nos ha creado y quiere vivir con nosotros
por siempre.
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