“¡A TODO DIJE QUE SI, A TODO DIJE QUE NO!”
A todo dije que sí, a todo dije que no,
es una falta grave de criterio y de personalidad.
El criterio se aprende con la educación,
se incrementa y mejora con la información, y se perfecciona con los años.
Los pasotas son los sin criterio por
excelencia. El pasar es una forma de falta de criterio, aparte del grave
comportamiento de la falta de participación.
La vida es algo maravillosa, pero cuando
tiene sentido, responsabilidad y honestidad. En especial cuando se trata de ser
consecuente con los valores heredados y aprendidos por la educación, las
vivencias y la experiencia.
Ser consecuente es amar al prójimo como a
uno mismo. Los creyentes añadimos amar a Padre Dios sobre todas las cosas.
No es posible ser consecuente sin tener
una creencia. No es posible ser consecuente sin vivir de acuerdo a ella.
Amar es la cumbre a la que podemos
aspirar, a la que llegamos por el amor, y la que desarrollamos por el amor.
Si se ama es imposible no ser
consecuente, no ser feliz y no ser libre.
Amar está en total discrepancia con él “a
todo dije que si, a todo dije que no”.
La vida se debe llenar de hechos,
tratando de que sean buenos, pidiendo perdón por los malos, y mejorándonos
constantemente.
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¿A todo dije que sí, a todo dije que no?
Debe ser una reflexión que nos debe llevar al amor. Todo nos debe conducir al
amor.
La santidad es la cumbre humana del amor.
Padre Dios es amor. A todo lo bueno dice
que si, y a todo lo malo dice que no.
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