lunes, 12 de diciembre de 2022

“¡LA COMPRA DEL COCHE!”

 

“¡LA COMPRA DEL COCHE!”

Soy un verdadero admirador del convencimiento que han creado en las personas los vendedores de coches. La necesidad y creencia de la compra del coche como algo imprescindible para la felicidad.

Es tal el convencimiento que muchas personas se sienten unos desgraciados si no tienen el coche. Creo que nunca se pierde la ilusión de tenerlo. Y hay quienes le dedican tiempo a trabajar, otros horas a su cuidarlo, en vez de dedicar ese tiempo a la familia, para sí mismo o para la comunidad.

No sé si existe algún objeto que al comprarlo tenga tanta depreciación –aún sin usarlo ya vale menos- que el coche.

Creo que esa necesidad de comprar el coche es una consecuencia de la mala educación, así como del convencimiento del poder perverso.

Hasta se mide la prosperidad de un país por el número de ventas de coches.

Me estoy refiriendo al comprador del coche particular, del utilitario, no a los aficionados, coleccionistas, deportistas, taxistas etc.

A los gastos de la compra hay que añadir, los impuestos, seguro, extras, repuestos,  además del mantenimiento diario de gasolina, gomas, reparaciones, multas etc. Y todo esto supongo representa un gasto respetable de un asalariado. Mi coche tiene 16 años.

Hay quien vive agobiado por los gastos de coche. Y hay quien se pasa la vida trabajando para pagarlo.

Reitero que no sé si existe alguna otra compra de algo utilitario que tenga tanto gasto y tanta depreciación como la tiene el coche. Y con tanta  demanda.

Esto sucede lo mismo en épocas de bonanza como de crisis. Lógicamente, el número de compras en malas épocas es menos, pero es un indicador de la situación económica. A eso hemos llegado.

Añado que para mi esta desmedida apetencia, a la compra del coche es, también, una consecuencia de la mala educación en valores o carencia de ellos.

Ahora, con la crisis económica y de valores, creí que se promocionaría el transporte público.

En mi época de concejal, en los años 70, quise proponer hacer unos grandes aparcamientos, bien situados, para dejar el coche y tenerlo guardado gratis, y que desde ellos saliesen las guaguas, -que serían ecológicas y de menor tamaño – para todos los sitios de la ciudad, y también gratis.

El mantenimiento se obtenía de los impuestos a los coches particulares que quisieran circular, que pagarían diariamente el valor de lo que cobra un taxi de un extremo a otro de la ciudad. Y de las aportaciones voluntarias de los buenos ciudadanos.

Las guaguas harían el doble de recorrido, con mayor rapidez y con menos tiempo, al haber poco tráfico.

Y todo gratis. Se reduciría el espantoso crimen diario a nuestro hábitat por la contaminación y no haría falta el coche. Con todos los problemas, gastos y disgustos que acarrea. Y se tendrían más medios para invertir en la familia o en el soltero.

Creo que los únicos que se quedarían rascados son lo que se dedican a estar llamando la atención a todo el que él cree comete un error, o realmente lo comente, en el tráfico. Y, lógicamente los vendedores de coches particulares. Se debían dedicar a los transportes públicos. Los demás nos beneficiaríamos de manera considerable, y el hábitat sería muchísimo más natural. Y con ello tendríamos una mejoría económica para nuestros bolsillos y para la subsistencia.

Sólo necesitamos un pueblo consciente, enamorado del ser humano y de nuestro Planeta Tierra, y conseguiríamos una mayor economía de protección del hábitat, una sana y habitable bella ciudad.


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