“¡¡¡EMERGENCIA SOCIAL!!!”
El mundo se encuentra en una situación de emergencia.
Guerras, hambre, paro, jóvenes sin futuro, violencia de género, aborto,
eutanasia... Empresas cuyos directivos, por tener la mayoría del capital,
abusan de las minorías. Injusticias de la Justicia. Entes sociales que no están
al servicio del ciudadano. Políticos corruptos… ¡Para qué seguir!
¿Quién no sabe lo que nos está pasando?
¿Por qué se suceden estos acontecimientos letales?
Lo veo de manera tan clara como su solución: “una
mayoría honesta y participativa que induzca a que el resto cumpla honestamente
con su deber”.
Parece sencillo: una mayoría honesta y participativa.
Pero ¿por qué ya no existe esa mayoría?
La respuesta es simple: porque no nos han educado en
valores; porque no hemos educado en valores.
Nadie da lo que no tiene. Si no tenemos una educación,
desde niños, en valores, no se puede improvisar esa vivencia. Se vive y se
practica lo que se conoce.
Los padres tenemos la obligación intransferible e
ineludible de educar a nuestros hijos en valores morales, éticos o religiosos.
Si así no lo hemos hecho ¡Padre Dios nos libre, y nos coja confesados!
Ese numeroso grupo de pasotas e individualistas – mal
educados – tiene la sartén por el mango. Ellos están decidiendo, con su
inoperancia, con su parcialidad y con su falta de honesta participación, el
gran apoyo al poder económico perverso, quien nos está esclavizando. Gran
origen y fin de muchos males.
¿Cómo no va haber una emergencia social, cuando lo que
presenciamos es un verdadero holocausto social?
¿Quién no sabe lo que nos sucede en nuestro hábitat
natural, camino de desaparecer? ¡Sí! Es espantoso, incomprensible, inaudito
¿Quién les da veneno a sus hijos? ¡Nadie!, dirán con razón. Pero permítanme
interpelarles: ¿Cómo que nadie? ¡Si dentro de unos años el Planeta Tierra será
inhabitable!
¿Quién no conoce lo que he dicho?
Rezo. No encuentro otro medio. Sólo rezo. Humanamente
no tengo medios suficientes para demostrar y convencer de la realidad que
vivimos, y de la fácil solución que ésta tiene.
Solo me queda la oración y este modesto medio de
expresión. Esperar el milagro que le ruego a Padre Dios nos lo haga.
Deseo, quiero, que mis hijos, nietos, y quienes vengan
detrás vivan, como yo he vivido, de forma natural y sin esta emergencia social
suicida.
Que nosotros podamos y ellos vivan en su medio natural
en el maravilloso Plante Azul, la Tierra.
Hasta tanto ¿Qué puedo seguir haciendo? Rezar, rezar y
rezar.
¿Y usted, qué va hacer?
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