“¡¡¡QUÉ SOLOS SE QUEDAN LOS MUERTOS!!!”
¡Qué solos se quedan los muertos! Por el olvido
de los mismos familiares, allegados, amigos, conocidos, y por los responsables.
No digamos los que han muerto solos en esta pandemia.
La muerte no es sólo física es también del
recuerdo, del cariño y del amor que les tuvimos.
¡Qué solos se quedan los muertos. Cuando ha
pasado el tiempo del duelo, de la tristeza y del recuerdo inmediato!
Recordar y tener presente a los muertos es una
virtud del agradecido y del enamorado fiel y honesto.
Darle utilidad a la vida como seres sociales –no
solo como currantes, trabajadores…- por ser seres humanos con virtudes y
defectos, con hechos y dichos, y como dejados y pasotas, y no usar y aprovechar
lo que hemos aprendido, para recordar y tener presentes a los muertos, es
perder en la vida algo invalorable y nunca recuperable, como es el amor.
El tiempo es inexorable, no vuelve jamás. Se
marcha para siempre jamás.
¡La vida es tan importante porque es única, la
vivimos una vez, la disfrutamos una vez, y la compartimos una vez! Y esa vida
se queda en vacío y se pierde en el olvido cuando morimos y ya no somos
recordados, somos olvidados.
¡Qué solos se quedan los muertos! Cuando ha
pasado un tiempo y los avatares de la vida nos van acaparando y nos vamos
olvidando de los muertos.
¡Qué solos se quedan los muertos! Cuando
olvidamos que fue un familiar, un amigo, un conocido… y ya no ocupa nuestra
mente ni nuestro corazón.
¡Qué solos se quedan los muertos! Cuando nos
muramos también nosotros.
¡Qué solos se quedan los muertos! Cuando han
muerto en el recuerdo.
Pero los muertos viven en la otra vida. Y no
están solos. Allí nos reuniremos con ellos, les volveremos a ver cuando el
Cosmos se haya acabado, cuando el tiempo haya terminado. Vivamos con esa esperanza
y los muertos no quedarán solos.
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