sábado, 25 de junio de 2022

“¿RECONOCIMIENTOS EN VIDA O DESPUÉS DE MUERTO?”

 

“¿RECONOCIMIENTOS EN VIDA O DESPUÉS DE MUERTO?”

Creo que los reconocimientos hay que hacerlos en vida, entre otras razones: porque la alegría y la responsabilidad son muy grandes; porque se mejora como persona tratando de corresponder y ser consecuentes; porque se agradece sin medida y porque se gozan en vida.

La alegría y la responsabilidad por recibir los reconocimientos en vida tienen una enorme proyección tanto para el que homenajea, para los ciudadanos que pueden juzgar si ese homenaje es merecido o no, y para el homenajeado que sabe o conoce el bien que ha recibido y el bien que le han dado en vida.

Reconocimientos en vida mejoran al reconocido y alabado que le obliga a ser consecuente para ser merecedor de tal distinción.

Mi abuelo materno Luis Correa Medina y su hijo Bernardino Correa Viera fueron reconocidos y hay calles a sus nombres en nuestra ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, España. Esto, para nuestra familia, es maravilloso, nos eleva la responsabilidad como ciudadanos, y nos llena de alegría y satisfacción, pero no a ellos que no lo recibieron en vida.

Hubo quien dijo que "reconocimientos después de muerto porque ya no podían alterar su comportamiento". Esto, y de acuerdo con mi experiencia y agradecimiento, no es lo correcto, porque, insisto, los reconocimientos mejoran al receptor de los mismos, y la satisfacción familiar, de amigos y vecinos, es mayor e incomparable.

Con el añadido de que quien o quienes hacen el reconocimiento en vida tienen la oportunidad de recibir, de persona a persona, las gracias y el agradecimiento. Que es muy distinto, más entrañable, más emotivo y más lleno de valor y pasión que cuando lo dan los familiares después de muerto el homenajeado.

No tengo la menor duda de que es muchísimo mejor hacer reconocimiento y honores en vida porque engrandece a todos y la felicidad es de todos, desde el dador, que demuestra su confianza y esperanza en el benefactor porque el dador tiene un alma y corazón llenos de fe y de amor, y no digamos el agradecimiento del receptor.

Creer en los demás y reconocerles sus esfuerzos por ayudar y hacer por los demás, es digno de alabanza por la fe, la confianza y el amor que tienen, debiendo sentirse ambos satisfechos y llenos de amor y confianza en que el bien ennoblece y ayuda a todos, y confirma que el dador y receptor son merecedores de ser reconocidos, y que los que lo han dado no se han equivocado.

“¡Recibir honores en vida fortalece al beneficiario y enaltece al dador!”

Benditos y alabados sean los honestos que reparten honores en vida a quienes se lo merecen por su labor en llevar el bien a los demás.

"Reconocimientos en vida y no después de la muerte".


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