“¡ACORDARSE DE LOS DEMÁS!”
Acordarnos
de los demás está siendo una excepción en todos los órdenes de la vida
personal, social, económica, religiosa, política...
Parece
que los demás realmente no existen. Existe el yo, los nuestros y nadie más.
Mientras
yo tengo mis necesidades cubiertas, no se me ocurre pensar y acordarme de los
demás.
Incluso
quienes deberían infundir ese sentimiento de hermandad se olvidan de los demás.
Nos
acordamos de los demás cuando hay algún acontecimiento que nos lo recuerda, ya
sea un problema personal, social, local, nacional, o mundial.
Es
una maravilla la globalización, ese hecho tan importante como que al segundo de
ocurrir un suceso en las antípodas nos podamos enterar en nuestra casa. ¿Pero
de qué está sirviendo ese conocimiento para la hermandad de los seres humanos?
Estas
inmensas y esperanzadoras posibilidades de la globalización solo las están
usando, y con un efecto de terror, los poderes perversos.
La
humanidad se está disolviendo en las noticias que se reciben al instante, y de
las que somos meras esponjas que recibimos, acumulamos, pero no las exprimimos,
no las reconocemos como algo propio, no las pensamos o utilizamos para la
búsqueda de alguna solución personal y social.
Es
común el comportamiento: "¡Eso no va conmigo!" “¿Qué me interesa a mí
ese problema?” "¡A mí no me afecta!" Y no digamos lo que hacen los
pasotas: ¡¡¡ni se enteran!!!
Los
demás se están convirtiendo en los olvidados. A partir de ahí, los demás no
existen. Ni se nos ocurren. Sí, hay quien reacciona ante una noticia y se hace
eco de ella, y hasta la comparte con sus amigos y amistades. Pero pasado un
corto tiempo ya se ha olvidado. Las próximas noticias ocuparán el lugar de la
anterior.
La
vorágine de la noticia.
Es
asombroso el gentío que se une a una manifestación exigiendo remediar un mal.
¿Todas esas personas que asistieron a la manifestación siguen viviendo
tranquilamente, y sienten lo mismo después de la manifestación? ¿En qué momento
nos olvidamos de aquello por lo que gritamos y exigimos, y quizás con mucha
razón?
Bueno,
mi tema no es acusar. ¿Quién soy yo para acusar a nadie?
Solo
trato de exponer cómo nos olvidamos de los problemas de los demás cuando los
nuestros están solucionados.
"¡¡¡¡¡¡¡Amar
a los demás es la virtud de los grandes donde los hay!!!!!!!"
"¡¡¡¡¡¡¡Amar
es sentir los problemas de los demás como propios!!!!!!!"
Amar
es el estado vivencial más feliz de la vida.
Amando
se desarrollan las virtudes que sustentas nuestros valores.
¿Qué
valores tenemos? ¿Cómo vivimos y actuamos de acuerdo a nuestros valores?
Sin
más preguntas como las que me estoy haciendo, quisiera llegar a lo que
pretendo: ¿Nos acordamos, realmente, de los demás?
Por
favor: Usted me lo dirá.
Yo
le puedo decir que fallo e intento ser consecuente con mis creencias y valores,
y que entre ellos está el AMOR A LOS DEMÁS.
Y me
hago también la pregunta:
“¿ME
ACUERDO REALMENTE DE LOS DEMÁS?”
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