“¡EL MAL LO LLEVAMOS DENTRO!” o “¿CÓMO HACEMOS EL MAL?”
Nacemos marcados
por el mal. El mal lo llevamos dentro hasta que lo arrinconamos con la
santidad. Y eso exige lucha.
Nadie hace el
mal inconscientemente. El daño que podamos causar por la inconsciencia suele
deberse a circunstancias que siempre son mejorables, pero no es el mal
absoluto. Hacemos el mal absoluto cuando con plena conciencia y deseo de
hacerlo, hacemos algo malo.
La libertad -el
sagrado don incomparable de la libertad- nos permite hacer el bien o hacer
el mal. Depende de nosotros. No hay quien nos obligue hacer el mal: lo hacemos
por voluntad propia, ya sea consintiendo por activa o por pasiva.
La mala
educación es la causa principal del mal. Con mala educación se disparan las
malas pasiones y los actos malos: en el tráfico, en el trabajo, en los
deportes, en la familia…
Hacer el mal
tiene el efecto de un bumerán, porque regresa al lugar del que partió.
Hacer el mal
nunca debe quedar impune, en especial cuando interviene la corrupción, en
política, en la administración de justicia, en la gestión de la sanidad…
El mal engendra
el mal, y así se crea la espiral de la corrupción.
Si
el mal lo llevamos dentro al nacer, no es disculpa para continuar con él.
Honor, alegría y
complacencia para aquellos que, venciendo al mal, hacen el bien, desparraman
las bendiciones con los beneficios de la honradez, y no sólo ejercitan la
libertad, sino que la fortalecen, la aumentan y la reparten para tener la plena
felicidad y la plena libertad.
Acudamos
a la santidad, recurramos a la santidad, y el mal se convertirá en bien.
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