“LA HIPOCRESÍA”
La hipocresía es el fingimiento de presumir de virtudes y no
tenerlas. No se practican porque no se tienen.
El presumir ya es un signo de debilidad, de mala educación, de
falta de valores y de falta de humildad.
La hipocresía es una presunción de ser lo que no somos, de
aparentar ser lo que no somos.
Hay quien denuncia un mal real, se rasga las vestiduras, lo publica
en todos los medios posibles, pero no hace nada por su solución.
Hay quien culpa a los demás y ella o él solo vive con palabras y no
con hechos.
Los ególatras están de moda. Denuncian a diestro y siniestro, pero
no hacen nada con su trabajo y sus recursos para solucionar el problema que
atacan con tanta pasión y virulencia –culpan a otros exigiendo que esos otros
sean quienes los resuelvan.
Hay unos grupos sociales que suelen ser lo más atacados: los
empresarios, los políticos, los religiosos, exigiéndoles que hagan o
corrijan lo que denuncian sus atacantes, pero los denunciantes, al pairo, ellos
no se mueven. Se ponen a sotavento del empuje del mal y del problema. Son
inactivos, solo hablan.
La hipocresía es un mal personal y social que hay que tratar de
erradicar porque su comportamiento no sólo no soluciona lo que es objeto de la
queja, sino que envalentona al dañador al ver que puede seguir dañando con
libertad y sin barrera que se lo impida.
Las barreras al mal son maravillosas. Hay que ponerlas porque son razones y medios para luchar y conseguir
la bondad personal y social.
Debemos tratar de ser siempre lo más honestos que seamos capaces de
ser –y algo más si es posible– porque la honestidad es la virtud que elimina la
hipocresía y desarrolla el bien, eliminando el mal.
Benditos y alabados sean los honestos por la práctica de sus
virtudes pues son el cimiento de la felicidad y la libertad.
La hipocresía es aliada del mal.
El hipócrita se vanagloria de ser un dechado de virtudes, y hay
quien hasta se lo cree.
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