“¿QUE LE PIDO A LA VIDA?”
Nací de la pasión de mis padres, del amor de mi
madre y de mi padre, y a ellos les debo lo que soy y lo que tengo.
Vivo envuelto en los valores que me dieron y las
vivencias que me enseñaron. Los he tratado de seguir, y sigo tratando.
Mi vida es un eco de ellos: de mis padres y
abuelos, tíos, primos y demás familia, de los amigos y los vecinos.
El correr del tiempo me ha ido mejorando, a
veces simplemente por dejarme mejorar, con poco empeño de mi parte; otras veces
con algo de determinación propia y ayudado por el cariño que he recibido de
tantas y tantas personas que me han enriquecido por el amor que me han
repartido.
En el ocaso de mi vida, miro atrás, y veo el
largo camino que he recorrido, y deseo haber compartido ese amor sin reservas
que he recibido.
A la honesta participación social y la unión he
tratado de dedicar mi vida, espero haberlo conseguido.
¿Qué le debo a la vida? El haber nacido.
¿Cuánto he recorrido? Un largo camino.
¿A dónde quiero llegar? Al paraíso.
¿Dónde está ese paraíso? En la contemplación de
Padre Dios.
¿Qué debo hacer? Mejorar y darme a los demás sin
olvido de nadie, con olvido de mí mismo.
¿Pero si ya soy viejo? Sí, soy viejo, más aún,
un anciano. Pero nunca es tarde para amar y ser amado.
No quiero perder el tiempo, que se me escapa
entre deseos.
Seguiré así hasta la muerte, a quien
tranquilamente espero.
Llegará la muerte y será el comienzo de los
recuerdos.
Con la muerte ya no existiré físicamente,
materialmente, pero mi ser seguirá existiendo con toda su identidad y con los
frutos logrados que llevaré conmigo. Y aquí en la tierra habré dejado un camino
recorrido, que deseo haya servido y haya ayudado. Camino que he querido y
quiero llenar de amor y agradecimiento.
Mi vida sin la vida de los demás no tiene ni
tendrá sentido.
Amo a la vida, con ella he vivido, y la he
querido compartir.
¿Qué le pido a la vida? Que el tiempo que me
quede lo pueda seguir llenando y repartiendo con el amor que recibo, y el que
buenamente pueda todavía dar de AMOR Y
AMISTAD.
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