miércoles, 4 de mayo de 2022

“¡NO NOS ABANDONES…!”

 

“¡NO NOS ABANDONES…!”


  ORACIÓN ECUMÉNICA

No nos abandones y danos la fe.

Danos la fe para creer.

Para creer que Tú, Dios y Señor nuestro, eres quien nos proteges y nos amas con infinito amor.

Tú amor nos inunda con la esperanza para que seamos mejores.

Rezamos y te damos gracias porque oyes nuestra oración.

Oración que hacemos de todo corazón, con todo el deseo.

Mi vida comienza a tener sentido desde que eres el guía que me conduce a la paz del corazón, a la paz del alma.

Tú eres quien nos amas a todos incondicionalmente, sin diferencias de religión, ni de credos, ni de otras creencias, porque eres el mismo para todos, por tu amor. A todos nos quieres y a todos nos llamas. Pero nosotros muchas veces no respondemos, o respondemos que no queremos tu gracia.

Desde lo más lejos a lo más cercano. Tú estás en medio de nosotros repartiendo tu bondad, que recogemos para caminar seguros por el camino que nos indicas, el camino llamado de la santidad, de la santidad para todos.

Santidad de la que somos todos, sin distinción de credo o religión, beneficiarios, para gozar del bien, repartir el bien, y todos juntos darte gracias por el amor que nos repartes y que acogemos con toda ilusión de que vamos por el camino de la salvación.

Tú eres el mismo para todos. No tienes diferencias ni de color, ni de altura ni de bajura, solo nos deseas lo mejor. Y nos llamas a lo mejor.

Pero no solo nos deseas lo mejor, sino que nos has dado a tu Hijo, Jesucristo, y con él todas tus gracias, y tus sacramentos, y tu palabra. Ahora te conocemos, por Jesús. Nos has dado los medios, y somos responsables si no te escuchamos, si no queremos seguirte. Si no queremos ir a ti, no podremos acoger tu incondicional amor. El amor es cosa de dos, tenemos que corresponder, o no hay amor de nuestra parte.

Nos llamas a lo mejor. Lo conocemos. Y en la respuesta que damos está la diferencia, las diferencias.

No nos dejes. Imploramos tu bendición, que acogemos con el alma llena de ilusión y rezamos para que todos vivamos la misma bendición y respondamos con amor.

Tú significas la igualdad entre todos, porque nos has creado a cada uno como irrepetibles, y nos amas totalmente a cada uno siendo completamente diferentes. No haces por eso distinción. Nos ves a todos por igual, como una madre a cada hijo, siendo cada uno único y diferente. Repartes tu bendición a todos por igual. Pero no respondemos todos por igual, pues somos libres de acoger tu amor y elegir el bien o de elegir equivocadamente el mal. Ayúdanos.

¿Cómo agradecerte –Padre Dios- tantos bienes que repartes a tus hijos? Te rogamos no nos abandones, a pesar de nuestras ingratitudes de desamor. Ayúdanos.

El mal sigue su curso y su deseo es que te olvidemos. Hace todo lo que puede para que te olvidemos. Y a veces te olvidamos.

No nos dejes. No nos abandones, por favor.

Nuestras debilidades, errores y pecados son porque te olvidamos.

No nos dejes, acompáñanos en nuestra caminar, para juntos llegar, algún día, a tu contemplación, y viviremos la eterna felicidad que nos has prometido y que tanto ansiamos.

Creemos en ti. Te adoramos. Sin ti no somos nada, nada.

En ti esperamos los remedios a nuestros defectos, errores y pecados. Sabemos por tus palabras que siempre estás dispuesto a perdonarnos. Solo nos pides arrepentimiento, propósito de no volver a ofenderte. Poner los medios para cambiar la vida.

Siempre escuchas las voces de quienes te imploramos.

Rogamos tu perdón y tu bendición, y todos juntos te damos gracias con nuestras oraciones de amor, pidiéndote tu bendición.

No hay ser humano a quien no escuchas. Todos somos iguales ante tu voluntad de que seamos mejores, porque nos amas y quieres que nos amemos los unos a los otros como tú nos has enseñado y nos has amado.

Necesitamos la oración. Debemos rezar. Y te pedimos la santidad de vida, tu gracia en el camino de la vida, para todos. Te imploramos para que juntos te alabemos por toda la eternidad.

No nos abandones por nuestras infidelidades, errores y pecados. Estamos arrepentidos. Rectificamos. Cambiamos. Enmendamos. Reparamos.

Tú eres quien nos conduces por los caminos seguros, y por ellos caminamos con la ilusión y esperanza de que cuando nos digas que vallamos te encontremos esperándonos.

Perdona nuestras ingratitudes, nuestros errores y pecados. Te lo pedimos, te lo imploramos. Acógenos en tu infinita magnanimidad y bondad llena de infinita misericordia, porque sabes lo débiles que somos, pero también sabes que nunca queremos abandonarte, sino tenerte por toda la eternidad.

Bendice a tu pueblo que implora tu bendición.

No nos abandones: Tú eres nuestra salvación.


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