“¡¡¡LA SEGURIDAD PERSONAL!!!”
Después de Dios, la libertad, y con ella,
-de forma inseparable-, la seguridad y el respeto a las personas.
Cualquier hecho que atente a la libertad y
a la seguridad tiene que ser castigado severamente. El atacado tiene que
recuperar, cuanto antes, su libertad de convivir en paz. Sentirse seguro y
recibir reparación. El atacante debe cesar en su acción y responder por el mal
causado.
En ningún caso, ninguna persona tiene que
llegar a modificar su rutina, o a cambiar su puesto trabajo, porque sufre
amenazas, o -no quiero ni pensarlo- porque es objeto de agresiones físicas.
La violencia, física o moral, quita la
razón a quien pudiera tenerla.
Las diferencias entre personas educadas y
libres se resuelven dialogando o acudiendo a un tercero, que resuelve el caso
como el juez, o incluso como un buen componedor. Nunca nadie está legitimado al
recurso a ninguna clase de violencia.
“¡¡¡Todos los seres humanos tenemos un
valor incalculable, único e irrepetible!!!”
Esto origina un derecho de respeto y de
protección irrenunciable. Un derecho que nunca puede ser conculcado y que no
decae nunca.
Quien recurre a la violencia tiene que ser
apartado, inmediatamente, de la comunidad, de la sociedad. No puede convivir
con los demás.
Y si las leyes no nos protegen, hay que
cambiarlas.
La libertad tiene que ser protegida en su
totalidad y en todo momento.
No se puede permitir que una persona
honesta, en especial si se trata de un profesional de la educación, de la
sanidad, de la policía etc., no pueda vivir tranquila por las amenazas de otra,
por muchas razones que pueda tener. El ejercicio de la violencia la
desautoriza; su pretensión se hace ilegítima.
“¡¡¡Ninguna razón, ningún argumento permite
coartar la libertad y la libre convivencia!!!”
Cicerón echó en cara a Catilina sus
insidias: “Quousque tandem, abutere, Catilina, patientia nostra? Me
apropio de sus palabras: ¿Hasta cuándo gobiernos, poderes fácticos ... abusarán
de nuestra paciencia? ¿Hasta cuándo tendremos que aguantar al maleducado, al
pasota, al individualista, a todo aquel o aquella que no respeta la libertad y
la seguridad de los demás?
La convivencia en paz y con respeto es un
derecho irrenunciable que todos tenemos que apoyar y que todos podemos exigir.
Y los jueces deben atender estas reclamaciones.
Si no sucede así, al menos deberíamos
preguntarnos: ¿Qué estoy dejando de hacer? ¿Qué debo hacer? Porque el reproche
de Cicerón, "Quousque tándem …", no era la queja estéril de un
victimista.
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