jueves, 5 de enero de 2023

“¡MORIR!”

 

“¡MORIR!”

Morir. Creo que es el continuar, el pervivir.

Creo en la eternidad como vivir en la presencia de LA SANTÍSIMA TRINIDAD.

Hay quien no cree en la eternidad. Cree que todo acaba con la muerte.

No existe ninguna creencia genuinamente religiosa que no merezca el mayor respeto y consideración. Por tanto, igualmente debe ser considerada y respetada la opinión y creencia que afirma la eternidad de la existencia humana.

Para mí morir sin eternidad es una injusticia inconcebible.

Los humanos tratamos de tener justicia para los actos humanos.  

Condenamos, perdonamos… ¿Cómo puede tener el mismo fin tanto la muerte de una buena persona como el de una mala?

¿Qué fundamenta la conciencia? ¿El castigo y la alabanza en vida? ¿Y después de la muerte? Esto me parece tan injusto que me obliga a pensar y creer, aparte de la educación, en valores eternos como es creer en LA SANTÍSIMA TRINIDAD. Me mueven muchos motivos de credibilidad. Pero éste de la justicia es uno de ellos.

Claro, tengo fe.

La fe mueve montañas, creo que hasta cordilleras.

Morir para mí es transformación, continuidad, prolongación eterna de la vida. Y la muerte es la compensación a la vida vivida.

Sin muerte no hay compensación a la vida honesta y participativa de luchar por el bien de los demás, por el bien propio, y por el del mundo entero.

Morir, lo creo como compensación a la vida. Y a una vida en la contemplación de LA SANTÍSIMA TRINIDAD, y con ELLA (LA SANTÍSIMA TRINDIAD) tantos santos y seres humanos, familiares, amigos, conocidos y desconocidos..., que eso es el cielo.


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