“¡¡¡EL SÍNDROME DE DOWN!!!”
Una de las maneras de ser solidario, -algo hoy muy necesario-, es reconocer la
maravilla del cariño, del amor que desprenden y reparten las niñas y los niños
con síndrome de Down, así como sus padres.
Hoy quiero felicitar públicamente a esos padres ejemplares, llenos de cariño,
que dedican su tiempo y su amor a la educación y vida de sus hijos con síndrome
de Down.
No
cabe duda que una de las demostraciones del progreso personal y social es la
integración de esas personas, niños y mayores, en el trabajo y en las demás actividades
sociales, que antes se solían limitar a las de sus casas.
Esta integración les debe llenar del orgullo y de la satisfacción de sentirse
útiles a sí mismos y a la sociedad.
Con motivo de esta
conmemoración, me gustaría resaltar, precisamente, este aspecto de la
integración, una tarea que reclama la cooperación de todos. Vale la pena seguir
siendo solidarios.
La solidaridad
personal y social debe repartir sabiduría y cariño, señas que distinguen a los
pueblos justos, buenos y educados.
Que esas
niñas, esos niños, esos adultos, y esos padres o familiares tengan la felicidad
a la que todos aspiramos y que todos estamos obligados a compartir y de la que todos
nos beneficiamos.
“¡Quien
siembra y reparte cariño, cariño recoge!”
Recemos hoy para que Padre Dios y la Santísima Virgen del Pino les dé a esos
sus hijos Down, y a sus padres, las virtudes y medios necesarios para que, siendo
útiles a la sociedad, gocen de la felicidad a la que tienen pleno derecho y nosotros,
sociedad, seamos merecedores del premio al que tienen derecho los pueblos
buenos y educados.
En espera de ello, reciban, como siempre, los mejores deseos y las mayores felicitaciones, a unos y otros, por la solidaridad y la felicidad repartida y compartida.
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