“LOS REPROCHES, EL REPROCHISTA, EL REPROCHERO Y EL REPROCHISMO” ¡NEOLOGISMOS!
¡Qué triste son los reproches!
Los reproches siempre llegan a
destiempo. Los reproches nunca tienen su tiempo o el tiempo de hacerlos y de reclamarlos.
Los reproches siempre llegan a destiempo.
Hay personas de quienes nunca se
pensó hicieran reproches.
Los reproches suelen ser: “no
hiciste esto o aquello que hoy me perjudica”. ¿Por qué no pensaste en mí? ¡Qué
egoísta has sido! Y así se podría seguir enumerando los mil y un reproches
hasta el agotamiento.
El reprochista siempre encuentra
temas y momentos para el reproche. Y si no los busca.
El reprochista se recome por
dentro. Tiene que decirlo para sentirse desahogado, “si no lo digo, reviento”.
¿Existe alguien que pueda reprochar
sin ser merecedor que le reprochen?
El reprochista siempre tiene
saciedad. Siempre está molesto. Siempre ofende.
El reprochero o el reprochista
siempre tienen un fondo de amargura, que suelen transmitir al reprochado.
¡El reprochero o el reprochista
viven pensando cuándo y cómo reprochar! Ellos creen sentirse mejor con el reproche,
y es todo lo contrario, se amargan aún más, porque nunca existe razón ni tiempo
para reprochar.
Reprochar es echar en cara,
reprobar, censurar, todo menos decir “¡Qué bonito!”
Recemos por los reprochistas y
reprocheros. Lo tienen muy crudo, duro y amargo.
Dejar de ser reprochista o
reprochero es algo grandioso. Salir del reprochismo. Y lo es porque dejar de
ser reprochista o reprochero es cualidad de grandes, de un alma imponente, de
unos valores eternos.
Nunca hay tiempo y lugar para el
reproche.
Los reproches, los reprochistas y
los reprocheros se amargan y amargan la existencia de quienes son objeto de sus
reproches.
Bendito y alabado sea el
reprochista y el reprochero arrepentido, por ser merecedor del honor y la
alegría de vencer al mal y por haber conseguido cambiar.
El reprochismo es signo de falta de
valores, de rencor, de envidia y de enorme pesimismo.
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