“¡¡¡SEAMOS LO QUE SOMOS!!!”
Pretender ser distinto a lo que somos es una equivocación.
Pero intentar mejorar también es una obligación.
Trataré de exponer mi concepto acerca de lo que soy, y de lo que creo que
somos, desde una visión humana y no religiosa.
La visión religiosa debe explicarla alguien con los conocimientos necesarios,
como los que tiene un sacerdote.
“¡Pensar que soy mejor que lo que realmente
soy!” es una gran equivocación.
Todos deseamos ser perfectos, pero ese deseo no debe
tapar la realidad humana.
Somos personas con defectos y virtudes. El mérito y la
obligación es intentar, constantemente, aceptarse cómo uno es realmente y tratar
de mejorar.
Pensar que soy virtuoso, no es verdad. Quisiera serlo,
pero no es cierto. Estoy cargado de defectos, que debo luchar por corregir.
“¡A ningún humano podemos juzgarle por lo que es, sino
por lo que debe hacer o por lo que ha hecho!”
Mis defectos me obligan a hacer cada vez mejor las cosas.
Ésta es, pienso, una de nuestras obligaciones diarias.
Regocijarme creyéndome un santo, es un error que tengo
que reconocer. No puedo regocijarme en lo que no soy.
Tenemos que luchar por practicar la humildad en todo
momento. Esta virtud nos lleva por el camino de la bondad hacia la santidad, pero
no a ser santo.
No nos debe sorprender descubrir nuestros múltiples
defectos. La verdadera sabiduría consiste en reconocer los propios defectos.
“¡Cuando conoces tus defectos estás en el camino de la
perfección, siempre que tu deseo sea mejorar!”
Una de las grandes virtudes es plantearse la siguiente
pregunta: ¿De qué manera puedo ayudar a que los demás sean mejores?
De esta manera caminamos por el sendero de la perfección,
nunca alcanzable plenamente. Nos ponemos en la buena senda y nadie puede pedir
más.
Aceptarnos tal y como somos es un gran avance hacia la perfección.
Las comparaciones son odiosas.
¡Esa señora o ese señor es mejor que yo! O ¡Esa señora o señor es peor que yo!
Ambas afirmaciones son erróneas.
¿Qué se yo cómo es realmente esa persona?
Las preguntas que nos deberíamos hacer son las
siguientes:
¿En qué puedo ayudar a esa persona? Y ¿en qué puedo ayudar a mejorarme?
Al alcanzar una cierta edad he intentado profundizar
en ¿cómo soy realmente? Y les puedo asegurar que me hubiera gustado que fuera mejor.
“¡Tengo tanto que mejorar, que espero que mi familia, amigos, paisanos, lectores
... todos tengan la benevolencia de aceptarme con mis defectos, y ayudarme a
corregirlos!
Mi obligación hacia los demás es la misma: aceptar
que somos limitados y con una carga de defectos, pero siempre mejorables.
Esperando que nos preguntemos ¿Quién soy realmente? Y siempre reconozcamos
nuestros defectos, pero con los maravillosos impulsos de humildad, queriendo
mejorarnos.
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