“¡¡¡LA LEALTAD!!!”
Como católicos la
primera y primordial lealtad se la debemos a Padre Dios, lógicamente: porque
nos ha creado y nos ha pedido, desde Adán y Eva y sobre todo desde Moisés, que
le amásemos sobre todas las cosas.
Y todos sabemos
que nos está tocando vivir contrariedades, y ahora tenemos que, no sólo ser
fieles, sino demostrarlo.
Una de las
maneras de ser fiel es ser leal, y ahora que se repite la historia con las
persecuciones de que somos objetos los católicos, tenemos que estar más atentos
a esta lealtad.
Los primeros
cristianos vivían en un ambiente pagano que trataba de imponerles su manera de
pensar y de vivir, que era muy opuesta a la doctrina de los católicos. Y ahora
hay un ambiente, bastante extendido, que no sólo se opone pasivamente, sino que
pasan al ataque directo; nos atacan porque creemos, entre otros, en Dios y en
la exigencia de la protección a la vida, un don de Dios que ningún humano puede
arrebatar.
Esa es nuestra
realidad.
Decía el Papa
Juan Pablo II: “Es fácil ser coherente por un día o algunos días. Difícil e
importante es ser coherente toda la vida. Es fácil ser coherente a la hora de
la exaltación, difícil serlo en la hora de la tribulación. Y sólo puede
llamarse fidelidad a una coherencia que dura toda la vida”.
Por supuesto, no
estoy aquí incluido. En algunos momentos de mi vida no he sido coherente,
aunque lo he deseado. Ahora, cuando hablo de esto, trato de serlo para poder
exponer esto sin avergonzarme de ser como los hipócritas, que dicen lo que es
bueno y no tratan de vivir lo que dicen.
La soberbia, la
tibieza y el pasotismo son obstáculos para ser leal.
Algo que ayuda
poderosamente a ser fieles y leales es la humildad.
Debemos rezar
mucho y pedirle a Padre Dios y a la Santísima Virgen del Pino nos ayude a ser
humildes, y leales a nuestras creencias para así poder ayudar a los que nos
rodean.
Nuestras
lealtades, y nuestras manifestaciones de que luchamos, y los hechos como fieles
servidores de los mandatos de Nuestro Señor Jesucristo, son el gran complemento
para ayudar a los que nos rodean a ser leales.
Tenemos que
intentar ser mejores que nunca. El mundo espera una respuesta coherente de los
católicos.
Si nos atacan es
porque nos mantenemos firmes en nuestra lealtad a nuestros principios y somos
cimientos de una sociedad honesta.
¿A quién vanos a
perjudicar? Supongo que a los
deshonestos.
Nuestra firmeza
siendo leales y fieles a nuestras creencias hará que otros muchos hagan lo
mismo, y permanezcan firmes, al igual, en sus creencias, o al menos se las planteen.
Nunca queda
aislada la fidelidad de una mujer, o de un hombre. Puede que algunas personas,
sin saberlo, se apoyen en esos fieles y leales, que les dan un ejemplo.
Cuando hayamos
cruzado la frontera de Más Allá veremos la alegría que le dimos a Padre Dios
por nuestras lealtades, por haber permanecido firmes en nuestras creencias y
buenas costumbres.
También, seguro,
veremos a otras personas que se apoyaron en nuestros comportamientos de lealtad
a Padre Dios.
La virtud humana
que corresponde a la fidelidad es la lealtad.
La lealtad es
esencial para una convivencia honesta y feliz.
Sin un clima de
lealtad, las relaciones y vínculos entre los humanos degenerarían, a lo sumo,
en una mera coexistencia, con su cortejo inseparable de inseguridad y desconfianza.
Se necesita, para
vivir felizmente, un clima de confianza mutua, de honradez, de lealtad.
Ahora parece que
se está perdiendo la virtud de la lealtad.
La mentira, la
manipulación de la verdad o de las muchas formas de mentira son utilizadas como
armas, por algunos, para conseguir sus intereses, y la usan como si fuera
normal.
Hoy, como nunca,
en un mundo globalizado y con crisis de valores, a lo que hay que sumar los
ataques directos a las creencias religiosas, especialmente, a las católicas, se
echa de menos la honradez, la educación, la lealtad para cumplir con la palabra dada y
los compromisos libremente adquiridos. Incluso y en especial a los compromisos
adquiridos con Padre Dios.
Urge en estos
momentos, y sin dramatismos ni victimismos,
que los católicos, cristianos en general, procuremos ser ejemplo de
fidelidad y de lealtad a los compromisos particulares y sociales que nos hemos
o nos debemos comprometer como buenos ciudadanos, como buenos padres, como
buenas personas y como buenos cristianos.
Y así, siendo
leales y fieles, con la ayuda de Padre Dios y de la Santísima Virgen del Pino,
lógicamente, al final de nuestras vidas podamos oír del Señor: "Muy bien, sierva y siervo bueno y fiel; has
sido fiel en lo poco, te constituiré sobre lo mucho, entra en el gozo de tu
Señor".
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