“¡INSISTIR EN LA PRUDENCIA!”
"¡La prudencia es una de las cuatro virtudes cardinales; es
distinguir lo que es bueno y lo que es malo, saber a dónde ir con
conciencia!"
Insisto en este importante tema, por lo necesario que es en
nuestra vida diaria.
Una de las características de la prudencia es ser cauto para no
dejarse engañar por el mal. Algo que hoy es extremadamente importante por los
engañados que estamos, tanto que somos esclavos.
Tenemos, urgentemente, que distinguir y desenmascarar a los falsos
profetas, para ser libres y buenos.
La prudencia no se hereda, se aprende. Se aprende desde niño, es
parte de la educación que tenemos que darles los padres a nuestros hijos.
No confundamos la prudencia con la astucia.
San Agustín decía que la prudencia "es el amor que
discierne lo que ayuda a ir a Padre Dios de aquello que lo
entorpece". Prudencia para los no creyentes debe ser "el
amor que discierne lo que ayuda a ir al bien de aquello que lo entorpece"
La prudencia es necesaria para conocer con objetividad la realidad
y para juzgar con rectitud los hechos que nos rodean.
"¡Uno de los fundamentos de la prudencia es la virtud de la
humildad!"
No confundir la prudencia con la ponderación. A veces, por
cobardía, por una mal entendida “prudencia”, no tomamos una decisión
arriesgada, pero necesaria.
Tampoco es prudente dejarse llevar por los respetos humanos en las
acciones, en los actos de la voluntad hacia el bien. A esta falsa virtud, San
Pablo la llamaba "prudencia de la carne". Ejemplo: la excesiva
preocupación por el futuro lejano, para no ser generoso ahora.
La falta de prudencia no es tanto falta de valentía como tener una
visión sólo terrena y pegada a la tierra, en especial en la entrega a Padre
Dios. La imprudencia frena las metas altas, la prudencia las ilumina. "¡Tengamos
prudencia sobrenatural que nos señalará el camino rápido y certero para llegar
a Jesucristo...!"
Vivamos la prudencia sobrenatural para con ella llevar a nuestros
familiares, amigos, vecinos a la meta espiritual de llegar a Jesucristo, gloria
terrenal y eterna.
Me pregunto con frecuencia ¿Soy prudente? ¿Vivo de acuerdo a mis
valores y los practico con prudencia? ¿Rectifico cuando me equivoco? ¿Qué
prudencia practico?
Tratemos de tener prudencia santa que nos indicará, en todo
momento, el camino correcto para alcanzar -y que alcance la humanidad entera-
la clara distinción entre lo malo y lo bueno, para ir decididamente a donde
está la felicidad y la libertad.
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