“¡LA PALABRA OCIOSA!”
La palabra ociosa es aquella que no aprovecha ni a quien la dice
ni a quien la oye.
Las palabras ociosas suelen proceder de personas sin valores
morales y éticos, sin educación, y con poco respeto.
Provienen de personas vacías y empobrecidas por la falta de
valores procedentes de la educación familiar.
La palabra ociosa suele ser descontrolada, suele tener el añadido
de la tibieza, y suele adolecer de falta de contenido.
“El hombre de bien, de su buen fondo saca cosas buenas; y el
hombre malo, de su mal fondo saca cosas malas”.
Debemos tratar de no comentar banalidades, apreciaciones ligeras y
meros chismes y, por su puesto jamás caer en la mentira ni en la calumnia. No
debemos tener conversaciones en las que pudimos hacer el bien y no lo hicimos.
La lengua puede ser el origen de males que luego ni con la lengua
ni con los hechos se puede restablecer el mal causado.
Lo dicho siempre deja huella, aunque tratemos de borrarlo.
Con el añadido de que en las conversaciones con palabras ociosas,
conversaciones vanas y superficiales suele surgir la murmuración, el enredo, el
chisme, pudiendo llegar a la injuria, la difamación y la calumnia, y entonces
la gravedad es incalculable.
Deberían decir de nosotros: es una señora, es un señor porque de
ellos solo sale la palabra honesta, cierta, amable y educada. Que nunca nos han
oído hablar mal de nadie y que tratamos de no decir palabras ociosas.
Deberían decir de nosotros: pasó por la vida hablando y haciendo
el bien con una profunda y sincera y honesta participación.
Deberían decir de nosotros: pasó por la vida repartiendo amor y el
bien, deseando ayudar y ofreciendo su vida por sus valores morales y éticos y
por las personas, en especial las más necesitadas.
¡Quien da su vida por los demás, da lo que tiene de más valor, que
es impagable! ¡Pero podemos agradecerlo con oraciones y buenas obras!
A palabras ociosas oídos cerrados y tapados, que se abrirán al oír
y decir cosas buenas y al hacer el bien y ayudar, siempre sin ofender.
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