“¡LOS ODIOS Y LAS DESCONFIANZAS!”
¡Qué fácil es
sembrar odios y desconfianzas!
¿Por qué hay
personas que tienen esa mala tendencia, cuyas consecuencias son horribles, de
sembrar el odio y la desconfianza?
El odio y la
desconfianza: tanto monta, monta tanto.
El odio suele
ser una consecuencia de la desconfianza.
Desconfiar es no
creer.
Desconfiar
genera el vacío en la amistad.
¿Cómo se puede
dejar de odiar y de desconfiar?
Con valores
éticos, morales o religiosos.
También influye
la educación, como la formación y la información.
Cuando uno es
educado, honesto y sincero, es difícil ser desconfiado y odiar. Sería una
incongruencia.
“¡Líbrame, Padre
Dios del desconfiado, maleducado y del egoísta!”
El mal
transforma al desconfiado en un ser egoísta, perverso y amargado.
Eduquemos a
nuestros hijos con las virtudes de la humildad, del saber, del ser y del
respetar.
Los odios y las
desconfianzas suelen basarse en el rencor, la envidia, la mala fe, y en los
complejos de inferioridad.
Vencer el odio y
la desconfianza tiene un valor incalculable.
Vencer el odio y
la desconfianza merece el palmito del honor y de la gloria de la firmeza.
La firmeza, el
honor y el amor a los demás eliminan la desconfianza y el odio: construyen las
relaciones humanas a partir del bien y de la felicidad. Elevan el grado de
libertad.
Los odios y las
desconfianzas amargan los sueños y los ideales, y pueden destruir la amistad.
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