“¡LA CONFIANZA!”
La confianza es
la manifestación de la amistad sincera, de la relación profunda y del amor
desinteresado.
La confianza con
honestidad y respeto, con fidelidad a cada momento de la vida, debería ser una
actitud normal.
La confianza
verdadera no es, nunca, ocasión para el abuso, que no es otra cosa que su mal
uso. Tampoco para la despreocupación o el olvido.
La confianza
debe ser un comportamiento honesto y participativo de la amistad y su vivencia
plena en la libertad.
La amistad, en
sentido estricto, no es otra cosa que la confianza en grado sumo: une a las
personas con lazos de amor, que son los más fuertes y los únicos que generan y
expresan la confianza.
Perder la
confianza es uno de los mayores males porque destruye las relaciones humanas.
Ser merecedor de
perder la confianza es un mal que hay que corregir, fortaleciendo el bien de
forma exponencial.
Pedir perdón,
tener la humildad necesaria y efectiva para pedir perdón por el mal
comportamiento, es volver a ganarse la confianza, una actitud que debemos
tener, respetar y guardar como un tesoro de la amistad y del amor.
La vida humana
es muy corta y tiene un valor incalculable, por lo que no vale la pena dañar la
confianza: esta virtud es el cimiento del bien y de la amistad, por lo que
maltratarla nos conduce hacia el mal sin necesidad.
La confianza
debe ser el comportamiento normal del ser humano, y serlo en el sentido y
vivencia de la amistad, del amor y de la compresión sin límites ni trabas, y
menos aún abusos, para vivir la felicidad de la plena amistad.
La confianza es
la manifestación plena del amor.
La confianza es
vivir la felicidad en la libertad.
La confianza es
el sinónimo de la amistad.
La confianza es
el amor en la amistad.
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