“¡LA SENCILLEZ Y LA NATURALIDAD!”
La sencillez es
la virtud de la simplicidad, de la humildad y de la sinceridad.
La profundidad
de la sencillez está en relación directa a los valores inculcados por los
padres, y a la aceptación y vivencia de los mismos.
La sencillez se
opone a todo lo que sea artificial, postizo, a todo lo engañoso; a todo lo que
sea innecesario, añadido por la vanidad.
La sencillez
exige que seamos claros, transparentes: hombres y mujeres de conciencia recta y
honesta.
La sencillez es
una virtud necesaria para la convivencia feliz y libre.
La sencillez es
signo de una voluntad fuerte y férrea, que nos impulsa hacer el bien, a todos
por igual.
La sencillez es
armonía con lo que se piensa, se desea y se hace.
La sencillez es
aparentar, mostrar y exteriorizar lo que uno es, con naturalidad, sin pliegue
ni recovecos.
La sencillez nos
muestra como somos.
La naturalidad
es la sencillez en el comportarse, en manifestarse y el corresponder con
educación hacia los demás.
La naturalidad
es una virtud extraordinariamente atrayente, porque nos manifiesta como somos,
en qué creemos, y de forma normal, libre, con humildad.
La naturalidad
simplifica la relación interpersonal, la incrementa y coopera a que los demás
nos entiendan y devuelvan el mismo comportamiento
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La naturalidad
es el camino para la amistad.
La naturalidad
ilumina e incremente la relación.
La naturalidad
es un bien que hay que fomentar.
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