“¡LA BENDICIÓN!”
Hasta hace pocos años existía
la costumbre de que los menores pedían “la bendición” a los mayores. Y al decir
menores me refiero a menores en edad con respecto al “bendiciente” (al que
bendice). Los hijos la pedían a sus padres, incluso siendo ya adultos y aún
padres ellos mismos. A veces con ocasión de un cambio de domicilio o de ciudad,
de una despedida, o para el matrimonio o quizás ante alguna prueba de la vida.
Y solía ser: “padre/madre, abuela/o deme la bendición”. Y los padres o abuelos
contestaban en el momento apropiado “Dios te bendiga y te haga un hombre (o un
niño) bueno”.
Yo entiendo el progreso como
mejorar. Y mejorar es elevar el estándar de vida. Mejorar la existencia.
“Mejorar” jamás significa –al menos para mí– perder las buenas costumbres.
Me parece espantoso cuando
oigo decir: “eso son costumbres antiguas”. Me refiero a las costumbres que
benefician; no me refiero a las malas costumbres, todo lo que daña, lo que
perjudica, lo que es malo.
La bendición es una manera
cariñosísima de desearle el bien a otro, y una manifestación dignísima por
parte del que la pide y del que la da. Es de una gran educación, sensibilidad,
respeto y amor. Y requiere ese ambiente de confianza, respeto y amor.
Claro, decirle que le den o
que pida la bendición, a una persona a la que nunca le han dado una bendición,
supongo que le debe parecer, al menos, extraño, sensiblero, fuera de lugar.
Pero perder las buenas
costumbres es una manera poco inteligente de ignorar las riquezas del pasado. “¡Y
quien desconoce su pasado está condenado a cometer los mismos errores, y a ser
un ignorante!”
Todo tiene un límite, hasta
en lo bueno. Por ejemplo el excederse en bondades debe estar moderado pues no
se puede eliminar la responsabilidad.
La misma moderación debe
ejercitarse al desechar algo bueno del pasado por ejemplo por considerarlo
anticuado, fuera de lugar, que ya no se usa, o que da vergüenza hacerlo, o que
implica rebajarse o sentirse rebajado.
Pero lo verdaderamente bueno
no tiene fin, es infinito. Era bueno y sigue siendo bueno.
Lo bueno infinito es Dios. Y
Padre Dios nos hizo infinitos antes de nacer y luego después de la muerte.
Esto lo digo, porque bendecir
es una relación con Dios.
Creo que la persona no
creyente puede y debe bendecir igual que el creyente, solo que no use la
palabra Dios. “Te bendigo, espero y deseo que seas un niño, un hombre, bueno”.
Desear el bien no tiene
religión, sólo educación en valores y amor.
Amo apasionadamente a Padre
Dios y a la Humanidad.
Deseo al ser humano la plena
felicidad y la plena libertad, y una de las maneras de conseguirlo es siendo y
haciendo todo lo que es bueno y honesto en la vida personal, familiar,
profesional y social, compartiéndolo con los demás, sin pedir nada a cambio.
Una de las formas de vivir así es la bendición.
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