“¡¡¡LA COMPRA DEL COCHE!!!”
Soy un verdadero admirador del
convencimiento que han creado en las personas los vendedores de coches. La necesidad
y creencia de la compra del coche como algo imprescindible para la felicidad.
Es tal el convencimiento que muchas
personas se sienten unos desgraciados si no tienen el coche. Creo que nunca se
pierde la ilusión de tenerlo. Y hay quienes le dedican tiempo a trabajar, otros
horas a su cuidarlo, en vez de dedicar ese tiempo a la familia, para sí mismo o
para la comunidad.
No sé si existe algún objeto que al
comprarlo tenga tanta depreciación –aún sin usarlo ya vale menos- que el coche.
Creo que esa necesidad de comprar el
coche es una consecuencia de la mala educación, así como del convencimiento del
poder perverso.
Hasta se mide la prosperidad de un país
por el número de ventas de coches.
Me estoy refiriendo al comprador del
coche particular, del utilitario, no a los aficionados, coleccionistas,
deportistas, taxistas etc.
A los gastos de la compra hay que
añadir, los impuestos, seguro, extras, repuestos, además del mantenimiento diario de gasolina,
gomas, reparaciones, multas etc. Y todo esto supongo representa un gasto
respetable de un asalariado. Mi coche tiene 16 años.
Hay quien vive agobiado por los gastos
de coche. Y hay quien se pasa la vida trabajando para pagarlo.
Reitero que no sé si existe alguna otra
compra de algo utilitario que tenga tanto gasto y tanta depreciación como la
tiene el coche. Y con tanta demanda.
Esto sucede lo mismo en épocas de bonanza
como de crisis. Lógicamente, el número de compras en malas épocas es menos,
pero es un indicador de la situación económica. A eso hemos llegado.
Añado que para mi esta desmedida
apetencia, a la compra del coche es, también, una consecuencia de la mala
educación en valores o carencia de ellos.
Ahora, con la crisis económica y de
valores, creí que se promocionaría el transporte público.
En mi época de concejal, en los años 70,
quise proponer hacer unos grandes aparcamiento, bien situados, para dejar el
coche y tenerlo guardado gratis, y que desde ellos saliesen las guaguas, -que
serían ecológicas y de menor tamaño – para todos los sitios de la ciudad, y
también gratis.
El mantenimiento se obtenían de los
impuestos a los coches particulares que quisieran circular, que pagarían
diariamente el valor de lo que cobra un taxi de un extremo a otro de la ciudad.
Y de las aportaciones voluntarias de los buenos ciudadanos.
Las guaguas harían el doble de
recorrido, con mayor rapidez y con menos tiempo, al haber poco tráfico.
Y todo gratis. Se reduciría el espantoso
crimen diario a nuestro hábitat por la contaminación y no haría falta el coche.
Con todos los problemas, gastos y disgustos que acarrea. Y se tendrían más medios
para invertir en la familia o en el soltero.
Creo que los únicos que se quedarían rascados son lo que se dedican a estar llamando la atención a todo el que él cree comete un error, o realmente lo comente, en el tráfico. Y, lógicamente los vendedores de coches particulares. Se debían dedicar a los transportes públicos. Los demás nos beneficiaríamos de manera considerable, y el hábitat sería muchísimo más natural. Y con ello tendríamos una mejoría económica para nuestros bolsillos y para la subsistencia.
Sólo necesitamos un pueblo consciente, enamorado del ser humano y de nuestro Planeta Tierra, y conseguiríamos una mayor economía de protección del hábitat, una sana y habitable bella ciudad.
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